“Subiste al caballo, te fuiste de mí y nunca otra noche más bella de mayo he vuelto a vivir…”
Rafael de León / Salvador Valverde.
De andar afuera
se me vino el viento al interior,
un hilo suave de aire,
la juventud en confidencia
al lado de un destino;
tu corazón cayó enseguida rodando;
lo detuve en la punta
del zapato,
las cosas que suelen ser destino
son así,
indescifrables,
en la sensación de darse cuenta,
en ese sol interior
que se enciende,
en el cliché de un ascensor
lejos de todo te piensomirando el girar de la ciudad
me digo: “…” / un ‘no sé’,
alguna cosa, alguna cosa,
lo escribo en papel
para ponértelo en la cara
como el humo vulgar
de un cigarrillo,
llenarte el aire de algo mío:
marearte con una cerveza
en las mañanas,
despertar con cuatro besos,
y ese abrazo
de fuerte militar
que encontré escondiéndome
en tu espalda:
no hubo techo a la altura de mi amor,
no hubo nada que alcanzase
la sensación de hallazgo
cuando revienta en creatividad…
no supe qué hacer con la espera:
con el tiempo el amor se destruye,
se encoleriza,
se adentra ilegal
un rencor parecido a un llanto,
a un reclamo nunca hecho,
a la sensación de rabia
y de dar vueltas
que no las mariposas,
te amé limpia y sencillamente,
alto, fugaz,
te apreté sobre mi corazón
como un hondo mal,
rompí tu intimidad
sólo para acompañarte,
te lleve en un papel
en la solapa y pienso
-esa no era yo-
pero el amor anda
de persona en persona,
se echa a andar,
se muere y se muda,
y yo
en estos tiempos fui callando más
y escribiendo menos,
y de dónde más
podía coger inspiración
si no tenía el sonido
de un reloj dentro de tu pecho,
te lo digo yo que nunca tuve
más religión que tu manera
de saber estar,
te lo digo yo que nadie
me vino mejor al corazón…
los planes;
caprichos de fin de semana,
y el mundo siendo afuera,
carreteras, inviernos con nieve,
veranos de asfalto caliente,
mi Sotavento, tu Bajío,
-y al Bajío siempre
le vi cara de ser mi casa-
te guardo aún en la sed,
un estímulo a la imaginación
cuando una mano basta
para un padecer
-y cuando se padece mucho
no se desea ya nada-,
cuando un consuelo
para un amor kamikaze,
por todo aquello te amé,
y cómo no lo voy a saber
si fui puro miedo,
un puño de temblores
aquí adentro,
porque cuando toqué tu vida
mis palabras fueron inquietas
y mi juventud bastante,
porque cuando te pensé
me dio soberbia
pensar en esta libertad,
en la llenura de mi pecho,
en el latir de mis sienes
cual si fueras un sol
entrando en la cara,
en el pasar del tiempo,
en la alegría y la tristeza
pasando al mismo instante
con gracia y abandono,
en mi costumbre de saber
recibir nada o muy poco,
acepté el oficio de huir
en cada uno,
y en ese casi pronóstico
juro que perdí una palabra
de la punta de mi lengua
cuando el beso suave tuyo
arrastró el invierno de mi boca
y lo hizo fiesta
con suertes de domingo,
mojando desvelos
entre voces y otras muertes
nací profunda en esa tierra,
dormí tranquila
con fortuna felina
en tu brazo derecho,
hundí los pies en el sueño
con silencio de las noches
de junio que aún estaban
por venir
y qué cosa de llanto…
de andar en donde
anda mi pasado
viene el deseo, se sienta,
juega con mi beso,
te encuentra aún
en todos los cuerpos
que miro y que toco,
te respira en el aire
en el que estamos todos…
de ser lo que soy
me encuentra esa misma prisa
de recrearte en cada
noche de mayo
y volver a olvidarte
dulce y genuinamente,
y vuelve el deseo
a menos que amar
no sea una locura
y qué cosa de llanto.