26 jun 2023

Postal

Nada queda en ese trozo de papel, todo es alquimia… / siento que ese tiempo que se fue no ha sido nunca nuestro…”
                                                      Luis Eduardo Aute.



Índices y pulgares 
haciendo un cuadro 
frente a la cara;
ver la vida pasar
reestrenar la sensación 
asomarse al tiempo atrás 
corregir recuerdos
repetir tantas veces 
hasta que funcione
seguir las instrucciones 
para no dejar que duela 
y equivocarme mil veces 
-el encanto de lo difícil-
tengo un puñado de tiempo
atrapado y no,
desafío mi autocontrol 
cada vez que giro a ver
nostalgiar
como actividad cotidiana
usurpando hastíos,
entre tanta belleza
se abruma toda explicación;
cuánto naranja en el mar
cuántos albores
cuántas flores frescas 
todos los días.,
ni siquiera estaba viva la muerte
cuando contar contigo
era un acuerdo invisible 
que no cabía en el silencio 
que hacía retorcer los finales 
y todo en desmedida
en la forma integral
y cada esquina y callejón
del amor 
en cuya fertilidad 
no sólo hay frescura y garúa 
sino piedras en el pecho
y afanes de hacer recuerdos
de hacer la vida 
con tanto voy y vuelvo
con esta buena salud 
de mi nostalgia 
quise morirme de poesía 
como Nicanor,
aún escribo de tu agua
para no secarme;
no soy un riachuelo 
para infortunio de mis agendas
siendo el océano que soy 
con tanta turbulencia 
quise lo absurdo de la desmesura 
postergando la razón 
pues no existe cosa
que no tenga límite,
pretendí enjaular 
una especie de infinito
que voló enseguida 
-escape inmediato
de jilguero de estas manos
incapaces de conservar
cualquier cosa- 
descolocarme en lo álgido
de alguna de mis palabras
pausar todo aquello
que sea sustancia 
de un buen recuerdo,
equilibrio de soledades 
sonrisa espontánea
con delgado viento en la sien 
un día cualquiera
por desgracia el mundo gira,
nada permanece
y los puentes se derraman.


15 jun 2023

Intermitencia

 “Amaste una vez, ahora quieres destruir…”
                                                  Abraham Boba.



Soy el niño
que vierte cucharadas 
de veneno a un hormiguero
en un cuento de Cortázar, 
el Juan Darién 
que rompe el último lazo 
y regresa a la selva,
el pez que no muere 
por tu boca, 
el circo sin vinagre ni rosas
-sin lanzador de cuchillos
que trabaja de afilador-,
dada cualquier circunstancia 
ni negocio mis nostalgias 
ni se tocan;
a mi amor no se le desafía,
como me muero con intención
resucito sin querer 
entre suspensos distintos,
placeres y curiosidades;
en esa tanta intermitencia 
de escribir tu nombre 
y esa tendencia mía a la simetría 
de nombrarte en una hoja
por el placer 
de poner la tilde  
con la pluma fuente 
que tuve a bien recibir de tu parte 
y un asomo al corazón 
en el casi cerrar de tus sienes,
mas las hojas se rompen
y la tinta de las plumas se consume,
y se acostumbra uno
a otras geografías, a otras manos,
las mías: eternas alumnas 
de tu olvido
-de los relojes de tu mano-,
pues nunca sé cómo viene, 
pues poco se sabe de todo,
mientras tu vida 
parece efervescente 
la mía parece menguar
más que la luna
y en esa velocidad divergente 
hay rabia y dolor 
-me estás asfixiando
con tu libertad-,
cuánto egoísmo 
en mi amor,
cuánto abandono y nada
debajo de ti,
¿cómo desandar los pasos
que yacen 
en todo en el mundo
cuanto no caminamos?
y los pasos que sí;
ni Leones ni Manhattans,
ni Londres ni Parises
ni Varaderos ni San Telmos
ni fugas en Alcatraz;
encima de todo este mar
sólo estoy sintiendo;
eco de soledades,
ausencias furiosas,
palabras que duermen. 

9 jun 2023

Equilibrio

 “Ni soy un libro abierto ni quien tú te imaginas, lloro con las más cursis películas de amor, me echaron de los bares que usaba de oficina y una Venus latina me dio la extremaunción…”
                                                     Joaquín Sabina.




Espero un brote de algo
-un pedazo de tierra en la flor,
un árbol naciendo de un bandoneón,
un bosque pequeñito dentro de la luciérnaga-
cruzo un brazo sobre la cara 
en posición de pensar,
busco una pregunta 
que abarque una vida,
un ‘qué harás’
que se desprende y regresa
a su sitio quieto:
a no existir en mis preguntas,
cosas de la noche;
ruidos pequeños 
de coches en la ciudad 
un sábado tarde,
saltos cortos
de los grillos en el campo… 
atrapo un silencio
en las manos cerradas,
me salgo de mí en un momento;
me miro lejos, solemne,
adornando siempre la verdad,
viviendo siempre en la espera,
partiendo a cada rato 
del tiempo que nos une,
se ha vuelto oficio huir,
se ha vuelto vocación 
el beso al borde,
se han vuelto pasatiempo  
las palabras al arcén de mi garganta,
ahora entro a mí
sin ostracismo
miro a lo lejos y dentro:
-en ese pensamiento vertical-
amante siempre de la mala vida,
del mal vivir,
se me va agrandando el silencio 
cada vez y cada vez,
cuanto más grande más lejos,
más alto,
una espiral
-no existe techo a su altura-,
vuelvo a esperar un brote de algo,
una chispa
un destello
una explosión
una aparición tal vez,
buscando siempre 
la euforia del placer,
el amor fugaz,
un racimo de recuerdos
en la tibieza de lo impropio
hallando siempre 
el encanto de la vida
sin enamorarme de vivir;
un equilibrio,
lo onírico,
lo real,
lo nuevo y la nostalgia;
lo nuevo de la nostalgia,
la cima de toda sensación 
para caer
-siempre sin paracaídas-
donde 
todo es pasado espontáneo,
futuros infelices,
presentes que defraudan;
busco una chimenea,
encuentro un iglú,
extravié los besos 
que guardé
en el bolsillo de mis dedos, 
abandoné un verso 
de Mayo a Octubre,
fui un poco de ese otoño 
-y no la fina garúa de Junio
que te besa las dos mejillas-
en el que tal vez 
todas mis dudas 
crecieron y se desarmaron;
llegaron con picos y palas
a cavar hondo,
a hacer inmersión en la altura 
sin construir
escalón alguno 
para hacer eco 
en el vacío
esperando un brote
de algo.