31 may 2023

Burnout

Acuérdate de mí cuando me olvides, que allí donde no estés iré a buscarte / siguiendo el rastro que en el cielo escriben las nubes que van a ninguna parte…”
                             Joaquín Sabina / Joan M. Serrat



Hallar la misma antorcha 
de fuego en mi norte
en otra vida puede ser,
encontrar el semáforo celeste
de la espera,
mi todo náutico,
mi amor de cordillera,
¿qué habré de compartir
con esta que soy hoy?,
tal vez el rumiar de mi pecho,
el oleaje 
en este trocito de mar
donde me sobrevive só(o)lo un pez,
si me recuerdas algún día 
considera lo siguiente:
no hubo más 
tampoco menos,
-no poner, no quitar-,
en mi nueva vida 
tal vez se esfume esta que soy;
que no deja de querer,
pero sí de insistir
entre tantas dudas
y músicas, entre 
tanta cosa definitiva
que ha impuesto la seriedad
de mis años,
no es por quedarme que pregunto 
-como moneda al aire-
¿por qué en otra vida?
si aquí también nace una flor
como en tu alma crecerán
historias nuevas,
el amor instantáneo:
esa fábrica de recuerdos,
no es por no irme que me digo
-a puerta cerrada-
¿está bien hacer silencio
-con habilidad de tejedores,
de artesanos-?
si el silencio crece indómito,
incesante,
si no habla bonito,
si mal camina…
por si fuera poco
la quietud de mi destino
y este cansancio extraño que rejuvenece
me prohíbe investigar,
me impide siquiera mover un dedo
salvo para apagar las luces del teatro,
como se apaga cualquier 
cosa que ilumine en una gris despedida,
no es por los días largos
y las noches duras,
que me viven aquí adentro
las preguntas;
¿cómo será ararte entero?,
en aquella otra vida
que se ve tan lejana,
inexistente…
¿cómo te llamarás?,
¿cómo será tu amor ahora?
si de tu hacer y deshacer
no deseo acordarme,
si fuiste el río en la palabra que me faltó 
cuando escribí frontera,
¿a qué sabrán tus besos nuevos
en la boca de quien los conoce?,
tal vez sea cierto 
que quede pendiente el corazón,
debe ser verdad
que la felicidad es de color amarillo,
que en mi olvido 
queda poco de tu historia,
que en cada cosa que escribo
voy regando un poco de muerte
en las mil formas que tiene 
de meterse en mí…
en la impuntualidad
del darse cuenta
ya no se esconde 
ni la velocidad ni la prisa,
ni el acontecer lento 
ni lo estrecho del tiempo
en los cielos y las carreteras, 
en los aeropuertos y las terminales,
en las distancias; millas y tierra, 
kilómetros de agua 
que hubimos de cruzar
siempre en dirección incorrecta
-el uno hacia el otro-
y ahora ya no se camufla 
la esperanza en la promesa,
lo rotundo en la posibilidad 
de arrimarte a mi costa,
no más viajes ni encuentros, 
como yo;
no habrá más,
tampoco menos. 

20 may 2023

Menos dos

Subiste al caballo, te fuiste de mí y nunca otra noche más bella de mayo he vuelto a vivir…”
                               Rafael de León / Salvador Valverde.


De andar afuera 
se me vino el viento al interior,
un hilo suave de aire,
la juventud en confidencia
al lado de un destino;
tu corazón cayó enseguida rodando;
lo detuve en la punta 
del zapato,
las cosas que suelen ser destino
son así,
indescifrables,
en la sensación de darse cuenta,
en ese sol interior 
que se enciende,
en el cliché de un ascensor
lejos de todo te pienso
mirando el girar de la ciudad 
me digo: “…” / un ‘no sé’,
alguna cosa, alguna cosa,
lo escribo en papel 
para ponértelo en la cara 
como el humo vulgar 
de un cigarrillo,
llenarte el aire de algo mío:
marearte con una cerveza 
en las mañanas,
despertar con cuatro besos,
y ese abrazo
de fuerte militar
que encontré escondiéndome
en tu espalda:
no hubo techo a la altura de mi amor,
no hubo nada que alcanzase 
la sensación de hallazgo
cuando revienta en creatividad… 
no supe qué hacer con la espera:
con el tiempo el amor se destruye,
se encoleriza,
se adentra ilegal 
un rencor parecido a un llanto,
a un reclamo nunca hecho,
a la sensación de rabia
y de dar vueltas 
que no las mariposas,
te amé limpia y sencillamente,
alto, fugaz, 
te apreté sobre mi corazón 
como un hondo mal,
rompí tu intimidad
sólo para acompañarte,
te lleve en un papel 
en la solapa y pienso
-esa no era yo-
pero el amor anda 
de persona en persona,
se echa a andar,
se muere y se muda,
y yo
en estos tiempos fui callando más 
y escribiendo menos,
y de dónde más 
podía coger inspiración 
si no tenía el sonido
de un reloj dentro de tu pecho,
te lo digo yo que nunca tuve 
más religión que tu manera
de saber estar,
te lo digo yo que nadie 
me vino mejor al corazón…
los planes;
caprichos de fin de semana,
y el mundo siendo afuera,
carreteras, inviernos con nieve,
veranos de asfalto caliente,
mi Sotavento, tu Bajío,
-y al Bajío siempre 
le vi cara de ser mi casa-
te guardo aún en la sed,
un estímulo a la imaginación
cuando una mano basta
para un padecer
-y cuando se padece mucho
no se desea ya nada-,
cuando un consuelo 
para un amor kamikaze,
por todo aquello te amé,
y cómo no lo voy a saber 
si fui puro miedo,
un puño de temblores
aquí adentro, 
porque cuando toqué tu vida 
mis palabras fueron inquietas 
y mi juventud bastante,
porque cuando te pensé 
me dio soberbia 
pensar en esta libertad,
en la llenura de mi pecho,
en el latir de mis sienes
cual si fueras un sol
entrando en la cara,
en el pasar del tiempo,
en la alegría y la tristeza 
pasando al mismo instante
con gracia y abandono, 
en mi costumbre de saber
recibir nada o muy poco,
acepté el oficio de huir
en cada uno,
y en ese casi pronóstico
juro que perdí una palabra 
de la punta de mi lengua 
cuando el beso suave tuyo
arrastró el invierno de mi boca
y lo hizo fiesta
con suertes de domingo,
mojando desvelos 
entre voces y otras muertes
nací profunda en esa tierra,
dormí tranquila 
con fortuna felina 
en tu brazo derecho,
hundí los pies en el sueño
con silencio de las noches
de junio que aún estaban 
por venir
y qué cosa de llanto…
de andar en donde 
anda mi pasado
viene el deseo, se sienta,
juega con mi beso,
te encuentra aún 
en todos los cuerpos
que miro y que toco, 
te respira en el aire 
en el que estamos todos…
de ser lo que soy 
me encuentra esa misma prisa
de recrearte en cada
noche de mayo 
y volver a olvidarte
dulce y genuinamente, 
y vuelve el deseo
a menos que amar 
no sea una locura
y qué cosa de llanto.