20 may 2023

Menos dos

Subiste al caballo, te fuiste de mí y nunca otra noche más bella de mayo he vuelto a vivir…”
                               Rafael de León / Salvador Valverde.


De andar afuera 
se me vino el viento al interior,
un hilo suave de aire,
la juventud en confidencia
al lado de un destino;
tu corazón cayó enseguida rodando;
lo detuve en la punta 
del zapato,
las cosas que suelen ser destino
son así,
indescifrables,
en la sensación de darse cuenta,
en ese sol interior 
que se enciende,
en el cliché de un ascensor
lejos de todo te pienso
mirando el girar de la ciudad 
me digo: “…” / un ‘no sé’,
alguna cosa, alguna cosa,
lo escribo en papel 
para ponértelo en la cara 
como el humo vulgar 
de un cigarrillo,
llenarte el aire de algo mío:
marearte con una cerveza 
en las mañanas,
despertar con cuatro besos,
y ese abrazo
de fuerte militar
que encontré escondiéndome
en tu espalda:
no hubo techo a la altura de mi amor,
no hubo nada que alcanzase 
la sensación de hallazgo
cuando revienta en creatividad… 
no supe qué hacer con la espera:
con el tiempo el amor se destruye,
se encoleriza,
se adentra ilegal 
un rencor parecido a un llanto,
a un reclamo nunca hecho,
a la sensación de rabia
y de dar vueltas 
que no las mariposas,
te amé limpia y sencillamente,
alto, fugaz, 
te apreté sobre mi corazón 
como un hondo mal,
rompí tu intimidad
sólo para acompañarte,
te lleve en un papel 
en la solapa y pienso
-esa no era yo-
pero el amor anda 
de persona en persona,
se echa a andar,
se muere y se muda,
y yo
en estos tiempos fui callando más 
y escribiendo menos,
y de dónde más 
podía coger inspiración 
si no tenía el sonido
de un reloj dentro de tu pecho,
te lo digo yo que nunca tuve 
más religión que tu manera
de saber estar,
te lo digo yo que nadie 
me vino mejor al corazón…
los planes;
caprichos de fin de semana,
y el mundo siendo afuera,
carreteras, inviernos con nieve,
veranos de asfalto caliente,
mi Sotavento, tu Bajío,
-y al Bajío siempre 
le vi cara de ser mi casa-
te guardo aún en la sed,
un estímulo a la imaginación
cuando una mano basta
para un padecer
-y cuando se padece mucho
no se desea ya nada-,
cuando un consuelo 
para un amor kamikaze,
por todo aquello te amé,
y cómo no lo voy a saber 
si fui puro miedo,
un puño de temblores
aquí adentro, 
porque cuando toqué tu vida 
mis palabras fueron inquietas 
y mi juventud bastante,
porque cuando te pensé 
me dio soberbia 
pensar en esta libertad,
en la llenura de mi pecho,
en el latir de mis sienes
cual si fueras un sol
entrando en la cara,
en el pasar del tiempo,
en la alegría y la tristeza 
pasando al mismo instante
con gracia y abandono, 
en mi costumbre de saber
recibir nada o muy poco,
acepté el oficio de huir
en cada uno,
y en ese casi pronóstico
juro que perdí una palabra 
de la punta de mi lengua 
cuando el beso suave tuyo
arrastró el invierno de mi boca
y lo hizo fiesta
con suertes de domingo,
mojando desvelos 
entre voces y otras muertes
nací profunda en esa tierra,
dormí tranquila 
con fortuna felina 
en tu brazo derecho,
hundí los pies en el sueño
con silencio de las noches
de junio que aún estaban 
por venir
y qué cosa de llanto…
de andar en donde 
anda mi pasado
viene el deseo, se sienta,
juega con mi beso,
te encuentra aún 
en todos los cuerpos
que miro y que toco, 
te respira en el aire 
en el que estamos todos…
de ser lo que soy 
me encuentra esa misma prisa
de recrearte en cada
noche de mayo 
y volver a olvidarte
dulce y genuinamente, 
y vuelve el deseo
a menos que amar 
no sea una locura
y qué cosa de llanto. 

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