“Amaste una vez, ahora quieres destruir…”
Abraham Boba.
que vierte cucharadas
de veneno a un hormiguero
en un cuento de Cortázar,
el Juan Darién
que rompe el último lazo
y regresa a la selva,
el pez que no muere
por tu boca,
el circo sin vinagre ni rosas
-sin lanzador de cuchillos
que trabaja de afilador-,
dada cualquier circunstancia
ni negocio mis nostalgias
ni se tocan;
a mi amor no se le desafía,
como me muero con intención
resucito sin querer
entre suspensos distintos,
placeres y curiosidades;
en esa tanta intermitencia
de escribir tu nombre
y esa tendencia mía a la simetría
de nombrarte en una hoja
por el placer
de poner la tilde
con la pluma fuente
que tuve a bien recibir de tu parte
y un asomo al corazón
en el casi cerrar de tus sienes,
mas las hojas se rompen
y la tinta de las plumas se consume,
y se acostumbra uno
a otras geografías, a otras manos,
las mías: eternas alumnas
de tu olvido
-de los relojes de tu mano-,
pues nunca sé cómo viene,
pues poco se sabe de todo,
mientras tu vida
parece efervescente
la mía parece menguar
más que la luna
y en esa velocidad divergente
hay rabia y dolor
-me estás asfixiando
con tu libertad-,
cuánto egoísmo
en mi amor,
cuánto abandono y nada
debajo de ti,
¿cómo desandar los pasos
que yacen
en todo en el mundo
cuanto no caminamos?
y los pasos que sí;
ni Leones ni Manhattans,
ni Londres ni Parises
ni Varaderos ni San Telmos
ni fugas en Alcatraz;
encima de todo este mar
sólo estoy sintiendo;
eco de soledades,
ausencias furiosas,
palabras que duermen.
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