A Ernesto.
La maravilla pesa cuando
se pone al revés,
se deja pasar y después tiene
hambre furiosa de futuro y espesor;
no es un desastre y si lo es
ya no importa
pues es cómplice del destino y ese
está tejido con hilos de amor,
cuando el silencio
se entreabre en la angustia
se mete en los sueños
como un niño castigado que en lo
oscuro de su escondite aguanta
la respiración,
pero a ver, al borde de lo que te rodea,
en alguna orilla de tu vida
me tienes a mí, y yo no surjo como
un hecho de la memoria,
no habito en tu exterioridad
ni en tu meditación
ni en la sombra de ternura cuando
piensas en otredad
sino como una visita que en su suavidad
es oportuna,
que en el espanto y la distancia
busca sanar con un llanto que
vuelve siempre siendo paz;
hablar de angustias, de salud
y de ausencias con este peso
con que se escriben mis palabras
no van a perpetuar tu calma,
siendo así que por eso te aviso que:
en los momentos difíciles me arrimaré
a tu tristeza como un llamado leve
al montón de frío y de palabras
que sentiría si no lo hago así,
las huelgas de la vida dejan silencios
pero también jardines,
y un mar que entre las flores te alcanza
para colmarte en maravillas
y en sonidos de sueños /de infancias
y años viejos que no acaban.
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