único en sus quehaceres,
exclusivo en la boca
de quien me besa
sabría un poco al tabaco
de otras bocas,
a las frutas fermentadas
de alguna cerveza compartida,
sabría un poco
a la locura de una lengua
que nunca me enseñó a besar
que como serpiente volvía
vorágine las olas de mi beso,
y sabría también un poco
al entusiasmo de la inexperiencia
con su menta y yerbabuena,
sabría en otros instantes
al algodón de azúcar azul
o a la frescura de un chocolate
en el beso de quien me amó,
sabría a la paciencia y al encanto,
a la nostalgia bella
y al desconsuelo de un tango
y también sabría -cómo no-
al cielo de las bocas que besé,
si alguien probase mi beso.
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