“Cuando me convenza que la suerte me rige a la par que la pasión y no el temible arcángel de la muerte velando sobre el campo del reloj”
Jorge Fandermole.
Lo sabías,
pero no habías comprobado
que la voz -también- envejece,
que cambia el tono de la creatividad,
confieso, esa agua encharcada
algún día fue un trozo
de hielo en mi nada
lo sabías
pero no habías sentido
que un porcentaje de sangre que ocultas
algún día va a brotar,
sobresaltando siempre en tu humanidad
lo sabías
-que es real-
el peso de las últimas palabras,
esas pilas de recuerdos
no siguen la línea trazada
de los desencantos que elegiste
para poder sufrir
el tiempo:
un barco haciendo equilibrio
en la línea divisoria de un horizonte;
el mar, pasado entero,
el cielo, un ya veremos
lo sabías,
-lo escondiste con alevosía
en tus olvidos-
todos morimos un poco cada día,
también los días de vino y rosas,
las tormentas que se regresan al cielo…
parecen extraños
los recuerdos en las fotos,
el olor implacable en los lugares,
el puro y diáfano silencio…
entretanto,
pienso holgadamente
estimulo la celebración de mi soledad;
nostalgias de mi edad
en mi más puro estilo:
visceral, psicodélicamente tenue,
silencioso
-como si se tratase
de abrir la puerta de un cuarto
que nunca se abre,
entro con prisa de salir
lo antes posible-
poseo la gracia de la contemplación;
mirada de flecha que atraviesa
efímeras imágenes
de miedo al tiempo,
a lo desmedido,
a la desbordante sensación/conocimiento
que todo acaba
y hay demasiado de nada que hacer con eso
lo violento del amor y la ternura:
revelación de sentimientos universales,
difícil sobreponerte a tanta belleza
de haber tenido
ese halo de vida en el cuerpo
surfear un puño de finales
y darle tiempo al destino
para entenderlo;
un día apagarás la luz que te corresponde
de un árbol lleno de luces…
al final, llevas la muerte
como honor,
de aquí
donde no todos
tienen la fortuna de irse.
Ver., 18/Mayo/24.