Qué beso me pusiste en la boca
cuando empezaste a cantar jazz
como quien respira
yo estaba al borde
asomándome en tu vida
yo te supuse cordobés
pero entre pelos de gatos
y borracheras terribles
no pregunté y cedí a ese frío húmedo
a las secuencias discontinuas
de nuestras charlas
como si de verdad no cayéramos
en lugares comunes
tenías tanta musicalidad
como los hielos que perecían
cada vez que movíamos nuestros vasos circularmente
y era eso: musicalidad;
esa paciencia
el placer de rascarse un ojo
era cómo poner los sentimientos en almíbar
cuando me miraste pensé que tu mirada
era como fabricada para buscar un antídoto contra el dolor
yo qué sé tus historias
pero te amé
yo no sé
pero en la bravura de alguna pesadilla poco importante
de centauros y bosques
creí verte entre sombras y árboles tristes
y nunca pude verte bien
aunque siempre me pareció que
cuando hablabas sólo
pronunciabas flores
y cuando
las guitarras nos desarmaron y las cervezas
te supuse cordobés tantas veces
pero lo mismo del mundo
y qué suerte
no es cosa de enojarse
que no te amé con toda el alma.